Crónica de la XXXVII edición del Festival Flamenco Castillo del Cante de Ojén (I)

Crónica de la XXXVII edición del Festival Flamenco Castillo del Cante de Ojén (I)

Escrito por: Curro Arenillas    9 agosto 2011     2 minutos

Como cada agosto, Ojén acogió a aficionados de diversa procedencia congregados en el singular municipio malagueño para asistir a la celebración del XXXVII Festival Flamenco Castillo del Cante, todo un clásico de los recitales veraniegos que, un año más, no decepcionó.

No obstante, cabe destacar que el evento, como tantos otros dada la situación económica, también se ha resentido, lo que se tradujo en la ausencia del tradicional invitado sopresa y en su finalización a las 5:00 horas, más temprano que de costumbre, aunque evidenciando que gran parte del público sigue siendo fiel a un formato que, en contra de lo que sostienen muchos, no ha de estar necesariamente obsoleto.

De esta forma, el encargado de abrir el festival fue Miguel Vergara El Pibri, uno de los artistas que mejor sensación dejó el pasado año, y que nuevamente estuvo a la altura y bien acompañado por El Niño de Aljaima y numerosos vecinos de su Álora natal. Tras comenzar con una soleá, este personalísimo cantaor continuó con solvencia por malagueñas en las que se dieron cita varios estilos y concluyeron abandolás.

Luego vendrían fandangos, cantes de Levante y una milonga rematada impecablemente para terminar de nuevo con fandangos, el palo más repetido a lo largo de la noche. Por lo que respecta a los elegidos por El Pibri para cerrar, variados, cabe destacar su tono reivindicativo, de lo más necesario en estos tiempos aunque muchos obvien esta dimensión del flamenco inherente a él.

Tras él vendría el turno de la onubense Pilar Bogado, escoltada por Carmelo Picón. Llegados a este punto, es de justicia decir que el hecho de que en el cartel, junto a su nombre, figurara el del programa Menuda Noche despertó algún que otro recelo en aquellas personas que consideran que el dinero público de Andalucía no debería invertirse en un espacio en el que los niños, en demasiadas ocasiones, se convierten en adultos desvergonzados para divertimento del personal y beneficio económico de sus padres.

Sin embargo, cualquier atisbo de duda quedó disipado con el primer cante que ejecutó la pequeña Pilar, de tan sólo doce años y con un espléndido futuro por su parte. Comenzó cantando con soltura por malagueñas, a las que siguieron fandangos, un palo en el que se desenvuelve espléndidamente, tangos y cantiñas de la Mejorana. Después de ellas, una seguiriya ejecutada con esmero que fue la mejor prueba de sus dotes, sincera y sin artificios de cara a la galería, para continuar nuevamente con fandangos (como los grandes, los remató desprovista de micrófono) y unas bulerías que sirvieron de cierre a su magnífica actuación.

Fotografía | José Prieto