Robe – Se nos lleva el aire (crítica)

Robe acaba de sacar al mercado Se nos lleva el aire, un nuevo ejemplo de su forma de entender la música. Siempre he dicho que el compositor lleva más de 20 años haciendo lo mismo y siempre se han entendido mal mis palabras.

Que lleve tanto tiempo demostrando cómo entiende el rock es lo mejor que le ha podido pasar. Lo mismo hacen AC/DC, Status Quo, Ian Anderson, Peter Gabriel y un montón de artistas que saben lo que quieren y que no se mueven, porque no lo necesitan, de sus coordenadas sonoras.

Robe demuestra en este disco que, al igual que muchos de los artistas nombrados, él era Extremoduro y ahora se ha marcado un disco donde demuestra claramente que la música de su famosa banda se podía mejorar con distintos matices sonoros como un violín o unos teclados.

Arranca la fiesta con «El hombre pájaro» que entronca bastante con su última etapa en solitario. «Viajando por el interior» y «Nada que perder» podrían haber entrado en La ley innata sin ningún problema.

Los sones de Yo, minoría absoluta regresan en «A la orilla del río». «El poder del arte» es rock transgresivo, y progresivo, en estado puro dándole un protagonismo al violín que marca la diferencia. A lo largo de sus más de nueve minutos se va desenvolviendo una letra y un sonido de otras etapas de Extremoduro. Incluso hay partes musicales que recuerdan a sus adorados Tabletom y que confirman la maestría musical de una banda en plenitud. Resulta complicado no cantarla tras varias escuchas. En la parte central regresa la actitud punkarra y provocadora que tanto se echaba de menos.

«Haz que tiemble el suelo» arranca en plan tranquilo, pero no tardan en aparecer los grandes acordes, la letra potente y la fuerza del rock. Otro de los grandes temas del disco que en directo tiene que ser la bomba. Con «Puntos suspensivos» volverás a esos Extremoduro de antaño que nos emocionaron, pero con una evolución del siglo XXI y, sobre todo, con un trabajo enorme de los músicos (escucha el bajo y la base rítmica para comprobarlo). Otro de los momentos álgidos del disco.

«Ininteligible» lo tiene todo para conquistarte desde el primer guitarrazo. Esa actitud golfa, cañera y una letra de esas para recitar ante el espejo son las claves para que se convierta en tu próximo tema favorito.

«Adiós, cielo azul, llegó la tormenta» es uno de esos cortes que se marca Robe en plan lienzo. Poco a poco va pintando las escenas y demostrando por qué es uno de los grandes genios de nuestro rock. Es él el que va tirando del grupo y demostrando que todavía tiene letras dignas de recordar en su interior.

«Esto no está pasando» tiene unos coros punk de los 80 y se convierte en un gran resumen y punto final del disco. Sin duda, puede ser un corte ideal para interpretar al final de los conciertos.

Como disco es el mejor que ha editado Robe en solitario por su variedad y por ser uno de esos trabajos que exigen varias escuchas para que vaya entrando poco a poco. Y ahora la gira. No se puede pedir más.

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